Saturday, July 30, 2005

La verguenza de la desverguenza de los cabrones

A raiz de la versión actual de la guerra de los mundos de Wells que fue llevada al radioteatro por Welles y que causó una gran conmoción en el siglo pasado, he fantaseado con una analogía en la que pobladores chilenos huyen despavoridos al conocer la verdad. En esta fantasia, al conocerse la noticia, hombres y mujeres huyen dejando puertas abiertas, luces prendidas, teteras hirviendo y bebes llorando. A aquellos más involucrados con la nueva les veo con los ojos hinchados de ira, desgarrando vestiduras, algunos con mechones de cabello en sus manos, reclamando justicia. Sí, así de exagerada es esta fantasía mía.

Aunque podría situarse en cualquier parte de este país, la situo con mucha propiedad en la zona oriente de la ciudad de Santiago cuya población con justa razón correría a exigir explicaciones. Los imagino en un primer momento arrancando desorganizadamente en todas las direcciones, agitando brazos y gritando, con ojos exhorbitados, cayendose y tropezando, como ebrios por la noticia. Veo mujeres con delantales al vuelo cuyos niños, choqueados por imitación, corren al unísono con ellas.
La noticia , esa que aquel hombre por casualidad escuchó por error, corrió como reguero de polvora y en este momento está en boca de todos. Es cierto que se sabía algo pero era solo una suposición de la que hablaban las viejas y nadie quería creer. Pero hoy todo cambió. Es una certeza. Ya nadie está a salvo, la sensación predominante es de desprotección. Lo que todos cuentan, aunque no alcanzan todavía a entender, es que hay hombres y mujeres que no son lo que dicen ser.
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Ya no en mi fantasía, algunos días antes , allí estaba yo, reanimando a un hombre de 38 años.
" Putas....esta azul, pensé , si este huevón no está bien intubado, ... pero que chu.., el tubo está hasta al fondo....... retiremoslo. Mierda..., si es un tubo 6. ¿¿UN TUBO SEIS???!!! ¿Que huevá pasa aquí?. Cambiemos esta cosa. Miraba a mi compañera desconcertado. Nos leimos los ojos: cresta, otra vez la misma cagada.
Cuando llegamos estaba fibrilando, sin masaje ni descargas. Con ese tubo puesto hasta las masas y un par de pelotudos que nos miraban como si fuesemos espectros aparecidos en una noche de san juan bajo la higuera. Uno de ellos reptó por las paredes hasta encontrar el primer agujero en el que se perdió. El otro cagó, para deventura suya quedó clavado, exoftálmico y tartamudeando huevadas ante nuestras consultas del manejo y las posibles causas del paro.
Eeessss, que no teengo idea. Esss que no sé. Esss.....
Diez minutos y seis intentos en intubarlo. Se les perdió el tubo a la vía aérea y con una McGill lo sacaron. Fibriló durante diez minutos y como gran cosa... una descarga. Luego, nos llamaron.

Recuerdo el olor de vello quemado a mi descarga, algo disociado pensé en lo estúpido de estar preocupado de quemarle los pelos del pecho. Con piloto automático le dimos con todo, admito que, al menos para mi, como pocas veces. Con los abuelos uno se resigna, pero con uno de tu edad, con paro presenciado, con BLS inmediato y a un minuto de la urgencia, le das hasta quemar todos los cartuchos. Además era bombero. Así fue, como pocas veces en estos diez años, nos la jugamos. Tal vez esto sea más en cuanto al compromiso que al protocolo pero hasta en eso nos salimos y le dimos más de todo. Se murió. Como suele ocurrir en estos casos, nada pasó; sin embargo, antes de finalizar y decidir terminar maniobras, ya pensando en que todo lo habiamos hecho de la mejor manera , algo en el centro de mi cuerpo me urgió a saber de quien se trataba y lo que recuerdo desde allí es en cámara lenta.
Yo me encontraba a la altura de su pélvis, le miré sus manos blancas y mi guata se estremeció, miré sus ropas, busqué su rostro y giré hacia su cabeza pero mi compañera me tapaba el ángulo de visión; me incorporé sobre el torax y pregunte su nombre.
El Eugenio era mi amigo. Incrédulo, como en un sueño, bomberos que estaban allí me corroboraron su apellido. Torrentes de recuerdos me golpearon. Me ví de pendejo, en la azotea de mi edificio jugando con él y como en esas películas de ciencia ficción me imaginé también de pendejo en esa misma azotea contándole que iba a ser yo quien lo reanimaría, que tendría la puta carga de decidir suspender maniobras y de presenciar su muerte a los 38 años. Con esa inverosimilitud que te ocurre cuando te sacas el piloto automático y le pones nombre al cuerpo que reanimaste, le dije a mi compañera que me iba, me cerraba, me dolia y lloraba.
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Estoy corriendo sin saber adonde voy. Deseo que mi fantasía deje de serlo. Estoy enojado, con esos huevones que siguen allí o en otra parte mintiendo, justificados por la agenda económica de tal o cual municipio, del colegio de la orden, de sus resignaciones y exigencias pasándole la cuenta a las personas más humildes. Si hasta yo, mis hijos, o usted que me lee podemos caer en ese sitio de mentira y yatrogenia. No me conformo con lo que hay.
Estoy enojado conmigo mismo por haberles tapado tanta cagada durante tantos años. Ya basta, es suficiente. Si soy igualmente complice y deseo que esto cambie, que algo inicie el cambio.
Cada muerto o desdichado que cae en nuestras manos es familiar y amigo de alguien. El Eugenio como tantos otros se lo merecen. Yo me lo merezco, mis hijos y usted.
Cabrones.

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