Tuesday, November 15, 2005

El Concurso III - El Aparatejo

Ir a la segunda parte El Concurso - La Forastera

Ir a la primera parte El Concurso - La reina

Durante los años que siguieron la rutina fue la misma, todos ocupados del concurso, aunque ya no con tanto entusiasmo ni ardor en su preparación; tampoco eran muchos los que gustaban de mirar bajo el estilo de la ganadora. A la reina poco le importaba este hecho debido a que tan formidable había sido el precio de aquella ofensiva que todavía no se recomponía del todo. Los miopes de la corte aún elogiaban e imitaban su mirar y eso bastaba; mientras que los hipermetropes se habían alejado o le eran indiferentes. La ahora sabida condición mestiza de la reina determinó que el miedo y la lealtad fuesen desplazados por la ansiedad y el descontento.


Para el rey, esta situación constituía un signo de que las cosas no andaban nada bien. Tanto miopes como hipermetropes hablaban de extrañas formas de gobierno que atentaban la estabilidad del suyo. Algo ameritaba hacerse e intentó vivificar las voluntades llamando al concurso de concursos. Un magno evento jamás visto en el que la ganadora sería la definitiva, ahora para siempre.


Ocurrió que entre los hipermetropes una joven se hacía notar. Se había mostrado dotada y sobre todo con un mirar particular que no pasaba desapercibido a quien le conociera. Su mirada tenía profundidad y estilo. Aunque no contaba con una hermosura sobresaliente era una muchacha guapa y creativa que gustaba inventar cosas y andaba por el mundo con ideas forasteras. Cierto día, se presentó decorando su rostro con un armatoste que le cubría los ojos y la mitad de la frente. Era un sistema de curvas y ganchos que sostenían dos cristales atados con pelo de trino trenzado a tres marcos curvos; uno frente a cada ojo.

Los que le miraban estaban estupefactos con esos dos tremendos cielos azules que los cristales proyectaban, acompañados de una sonrisa que nunca antes habían contemplado.

Decía haber inventado un adminículo que permitía “ver” el mundo. La claridad y la distancia fue algo que aprendió de su invento y fue suficiente para percatarse de que lo que la rodeaba no era lo que le habían dicho. Ahora, decía ella, podía “ver” de verdad, con una mirada que no tendría que tomar prestada . Mostró su invento tanto a miopes como hipermetropes y no muchos se animaron a colgarse tales esperpentos en el rostro. Pocos le creyeron, aunque comentaban sobre los raros artilugios y si lo que decía esa jovenzuela sería verdad. Aquellos que si lo hicieron quedaron aturdidos y pudibundos al despertar de la grotesca condición en la que habían vivido.

Percatándose de la perspectiva del invento, al que llamaron aparatejo refractario, y aunque la inventora no era bella, le alentaron a que participara en el evento de los eventos. Empero de su desventaja, confió en su “ver” y se presentó. La reina, fiada en su belleza sin par, en su mirada largamente ganadora y en que los aparatejos de su contendora eran solo un juguete, quedó perpleja cuando, en secreto, se montó unos sobre su nariz. Incontinenti, puso manos a la obra y mandó fabricar sus propios aparatejos, pero estos serían más delicados y en tonos naranja, azul y blanco.

Ahora la contienda trascendía todos los convencionalismos, se jugaba el todo por el todo, al menos para la reina. Al salir los aparatejos matizados al mercado formal, porque desde el primer día se distribuían en el informal, la gente se comportó literalmente desquiciada. Los adquirían con frenesí pero no se atrevían a usarlos. Los que más gustaban eran los naranjos y los blancos, en ese orden, versus los rústicos aparatejos refractarios, que casi no se vendían.

Llegada la hora decisiva, con solo dos competidoras, el voto final favoreció a la joven que con sus aparatejos prometía un “ver” insospechado para las confundidas gentes de la comarca. Esta vez, hubo tanto gozosos como desventurados.

Pero las cosas habrían de cambiar, o para ser más exactos, de continuar.

Por días se escuchó a la reina depuesta denunciar que el concurso, el mismo que ella había creado, era una comedia de mentiras y estafas, y que no importaba lo que dijeran seguía siendo la más bella de las bellas. Sin embargo, no estaba resignada solo al decir. Tenía su carta bajo la manga. Ofreció regalar aparatejos blancos y naranjos y muchos fueron los favorecidos. Así también, fue a las vicarías del monopolio e interpuso recursos arguyendo precisiones, formalidades y ciertas excepciones que surtieron el mismo efecto de un encanto que hubiese adormilado a toda la población por interminables años. En un dos por tres, era nuevamente la vencedora. De inmediato aquellos pocos procedieron a cambiar sus rudos aparatejos refractarios por esas finas, elegantes y más seguras lunas en tonos nubes, cielos y crepúsculos.

Así, la reina dominó la comarca hasta el fin de sus días. Solía pasear por la región con sus pequeños y atractivos aparatejos sobrepuestos en el rostro mirando a sus súbditos que con sus pequeños y atractivos aparatejos sobrepuestos en el rostro le saludaban con reverencia. Ahora todos admiraban su postura y hasta le atribuían poderes excepcionales ya que hacía tiempo se habían percatado que los aparatejos solo los usaba en público.


Por muchos años, antes de su hora final, cada noche, en la tranquilidad de su silencio, la reina no pudo eliminar ese constante y profundo martirio que le acompañaba como su sombra, producto, como sabía, de algo que solo ella conocía. Que sus finos y seductores aparatejos matizados eran únicamente vidrios de colores.

Monday, November 14, 2005

El Concurso II - La Forastera

Ir a la primera parte: El Concurso I - La reina

Pero, a la puesta de sol del tercer día previo al concurso, desde tierras lejanas, un caminante vendría a cambiar el transitar inalterable del vivir de la comarca.

Desde su llegada motivó a la vez admiración y suspicacia. Sus ropas, su manera de hablar y de moverse, a veces muy rápido a veces muy lento, descolocaba, según su condición, a unos y otros. No fue indiferente para nadie. Le gustaba acercarse y alejarse de la gente para que esta le viera en toda su magnitud. Era su habilidad. Pero la más de las veces andaba a media distancia de todos lo que le hacía borrosa y generaba cierta vacilación.

Venía de la tierra paralela y había escuchado del concurso. Estaba dotada de hermosura, era joven e inteligente y tenía la seguridad de poder ganar el cetro de la belleza más bella, al costo que fuera. Además, cosa importante, tenía la mirada necesaria para ello. Bastaron sólo dos días para que la gente comenzara a murmurar sobre otra posible ganadora, lo que al llegar a oídos de la reina le estremeció de pies a cabeza y de inmediato le mandó llamar.

Al enfrentarse reina y forastera como en espejo se miraron y sin hablar se reconocieron especiales. La reina tembló y supo sin dudar lo que se le venía.. Era pues, que la extranjera padecía la misma anomalía anómala que la reina, mitad miope y mitad hipermetrope, pero de ojos inversos. Ante la eventualidad, la reina afianzó sus espacios, escudriñó mejores miradas, fortaleció sus lazos e incluso buscó a los rebeldes en su decisión por mantener su posición.

Podrán adivinar la historia que siguió.

Producto de su miopía, el rey decidió que merecía estar con la ganadora del concurso y la reina al verse desplazada, se apartó de la escena en un ostracismo reflexivo, pero sería sólo por un tiempo ya que, luego de reagrupar sus tropas, volvería a arremeter con fuerza para destronar a la inconsciente y adormilada doncella.

A pesar de sus atributos y mirada fabulosa, la amable y arrogante doncella, no supo, por sus vanidosos y cortos años, sostener el intento, perdiendo finalmente su cetro y su dignidad. Ni su bendita ventaja dual le permitió ver las malas artes que finalmente la llevaron al exilio.

Sin embargo, producto de tan duro proceso, para la reina no todo fue bendición y acusó un duro recibo. Sus fuerzas mermaron y sus secretos fueron develados.

Para el pueblo de la comarca, como si nada hubiese ocurrido, las vida siguió su transcurrir y el concurso nuevamente ocupó sus almas y mentes. Desde ahora, a pesar de estar más oscuro, todo quedaba más claro. Así era esta gente con anomalía anómala del cristalino del ojo.

Continuará…….

Ir a la Parte Final El Concurso III - El Aparatejo

Sunday, November 13, 2005

El Concurso I - La Reina


Erase una vez una hermosa comarca. Tan atractiva e importante como cualquier otra salvo que esta tenía algo diferente: un concurso de belleza. La popularidad del evento era tal que trascendía fronteras y alcanzaba lejanas latitudes. Era el evento anual más importante del continente y eso se debía a que la belleza era algo a lo que todos, sin exclusión, le daban el mayor valor. La vestimenta, el peinado, la manera de moverse y hablar, los guantes, los zapatos y, por supuesto, los atributos físicos, eran revisados con escalpelo de oro. Con todo, lo que realmente mandaba en esta fiesta del glamour local, era la mirada de la concursante. Si,.. la mirada. Se evaluaba su profundidad, dirección, delicadeza, la seducción que otorgaba y la manera en que el cuerpo en su conjunto le acompañaba. Estas eran cuestiones tan fundamentales y valiosas en la vida cotidiana de todos que existía un culto profundo y respetado hacia la mirada. Así, lo que todos pretendían era parecerse e imitar la mirada ganadora y no era infrecuente descubrir a hombres y mujeres practicándola tanto en privado como socialmente. Existían clubes que pugnaban por la supremacía del miramiento. Habían bailes, tertulias y reuniones de todo tipo; en fin…., todo era atravesado por el concurso.

En el evento participaban las más elegantes y bellas mozas de la comarca con el afán de lograr el trofeo más cotizado del reino. Pasaban horas forjándose una mirada triunfadora y fantaseando con la gloria que eso les traería. Sucedía que la ganadora del concurso, desde hacía mucho tiempo era la reina, tanto que ya nadie recordaba cuanto; ella tenía una mirada tan avasalladora que nadie podía competirle, por cuanto durante muchos años el concurso se declaró desierto.

Las gentes de ese país, sin embargo, tenían una singularidad. Producto de causas desconocidas padecían graves problemas en el cristalino del ojo, por lo que una mitad de la población era miope y la otra era hipermetrope. Tan exacta era la distribución de esa anomalía que en numerosas oportunidades habían sido objeto de los estudios más serios, pero hasta el momento de nuestra historia no habían logrado ninguna conclusión concluyente. Como podrán anticipar, en estas circunstancias la confianza era un valor cardinal ya que para unos y otros, era esencial la convivencia en parejas. En el descubrimiento del mundo vivían supeditados a lo que los demás hablaban, decían, comentaban y sancionaban, por supuesto, bajo la mirada de la reina. Por mucho tiempo vivieron felices en este entorno.

Por su parte, el rey, que era miope, estaba orgulloso de que la mujer más hermosa del reino fuese la suya. Tenía a la pareja perfecta, a la medida de su talla, la mirada que le complementaba.

De lo que muy pocos estaban al corriente era que la reina era mitad miope y mitad hipermetrope. Esta condición le permitió primero llegar al cetro y luego…….inventar el concurso. Ella al conocer hábilmente las capacidades y dificultades de cada grupo, aprovechaba su ventaja. Le bastaba con cerrar un ojo para seducir a unos y otros. Sin embargo, tenía debilidad por los miopes y subestimaba a los hipermetropes quienes, por tener problemas para ver de cerca, eran fáciles de pasmar. Esto por cierto generaba disputas de las que sacaba suculentas ganacias.

No obstante, un significativo grupo, tanto de miopes como de hipermetropes, pertenecían a la corte y confiaban ciegamente en la imparcialidad de sus monarcas. Disfrutaban de las oportunidades y regalías de la bella más bella de todas. Otros, cercanos a la corte, igualmente leales pero menos favorecidos, vivían con miedo y cierto recelo. En secreto dudaban y se sentían mal por ello. Finalmente, estaban los hipermetropes marginales y rebeldes que deseaban derrocar el sistema pero se veían impedidos por su limitación.

Pero, a la puesta de sol del tercer día previo al concurso, desde tierras lejanas, un caminante vendría a cambiar el transitar inalterable del vivir de la comarca.

……Continuará.

Ir a la segunda parte El Concurso - La Forastera