Sunday, December 28, 2014

Lo que aprendí de mi padre




Hoy ya son dos años de la partida de mi padre. Navegando en mi computador encontré algunos pensamientos que plasmé durante el proceso de acompañamiento en sus ultimos días y después.
Un homenaje a mi padre.
A dos años de tu partida, con mucha pena, me siento feliz.
_____________________________________

De mi padre aprendí el glamour.Aprendí a usar perfume, gomina, a afeitarme con máquina eléctrica, a usar guantes, galochas, paraguas, colleras y pañuelos fragantes. Me traspasó el gusto de la buena factura.

La distinción y prestancia de mi padre fueron un molde profundo. Me bautizaron con su mismo nombre, por causalidad tengo las mismas iniciales y cuando adolescente asumí su mote.Con frecuencia me quedé con sus chalecos de marca europea y con muchos regalos de sus tiempos de estrellato. Aprendí a fumar sin filtro, como lo hacen los hombres. Quise ser ingeniero comercial como el pero me falló el barómetro y solo me quedé en el deseo de imitarle la profesión. Toqué su guitarra con cuerdas de metal hasta reventarme los dedos.

Solo una vez me retó duramente y fue por una pelotudez. Cuando merecí un buen castigo no pasó nada.

Viejos ya, nos entrenamos en abrazar y demostrarnos amor; y a el le costó y aprendió. Fuimos buenos amigos. Confesores y complices de nuestras tonteras sin vuelta.



¿Que es lo que puedo decir de mi padre?

Que me siento orgulloso.  

Que lo amé y el lo supo.

Que en lo profesional fue un hombre que surfeo muy bien en la cresta de la ola; y la ola igual lo tumbó y supo salir a flote.

Que se hizo querer, con su distancia  y cosas que lo distinguieron.

Que no supo hacer muchas cosas y que hoy me pasa lo mismo.

Que durante toda su vida intentó burlar a sus grandes fantasmas pero por mas que se esmeró no pudo quitarle el poto a la jeringa.



De mi padre aprendí a orinar, a valorar a las personas independiente de su extracción social. A saludar a todos. A regalar cuando tienes.

A los 15 años me enseñó a conducir y me prestaba el auto cuando visitaba a sus pololas.

Si uniera todo el tiempo que lo esperé, estaría sentado todo un año.

A pesar de su partida del lado de mi madre siempre estuvo presente. Siempre.

Me llevó cuando me fui a estudiar al norte y sufrió mucho mas que yo al dejarme en una pensión de mala muerte. Compensó su pena con opíparas encomiendas que todos esperábamos ansiosos.

Ahora estoy acompañándote en sus últimos momentos, como me ha tocado hacerlo con muchas personas en mi vida. Pero esta vez es a mi padre. Mi propio padre.



Los recuerdos se me agolpan, mi vida relacionada contigo me llena y me siento de tu edad. Cada año me acerco más a tí, desde la experiencia, desde la comprensión de la vida, de la mía y de la tuya, el perdón y la compasión, los amigos y los compañeros de ruta.



Sergio Enríquez Latorre has sido un gran hombre y me identifico contigo. Un hombre que ha logrado muchas cosas en la vida lo proyecta y su impronta quedó en muchas personas que lo quisieron. Quiero seguir tu ejemplo. Mis hijos deben saber que son la proyección de su abuelo y deben presumir de ello.  Porque tu vuelo fue un gran vuelo. 
Mi padre fue un gran hombre.



Soy afortunado de no tenerte cuitas, quejas ni reclamos, que no me debes nada ni debes resarcirse por tus faltas u omisiones de mi infancia, que muchas hubieron.

Al final no hay momentos kodak de despedida, no existió esa última conversación, esa esperada conversación donde poner todas las cuentas, donde reparar el alma, donde despedirse desde la esencia. No existió tal cosa.  Sin embargo queda el amor, la memoria y los recuerdos.



Tu estilo de John Wayne para eludir el sufrimiento y bajarle el perfil  a tus enfermedades, tu automedicación y la testarudez ante la decadencia del cuerpo nos llevaron al final anticipado de una vida a sus 73 años.

Hay aspectos de tu vida de los cuales no puedo referirme, porque los desconozco o porque no deseo hablar de ellos y forman parte de tu peculiar historia. Y me regocijo con ellos.



Quedarán sus videos inconclusos en su computador que seguirán hablando sobre el, y a lo mejor algún día nos den luces para después de su partida conocerlo mejor.



Escribo esto al borde de tu cama mientras respiras tus últimos colores .



Tuve el privilegio de cerrar tus ojos, de acompañarte en tus minutos finales recitándote un mantra hermoso que no he vuelto a cantar.



Muchas gracias a quienes nos acompañaron, lo cuidaron y amaron.

Te amo.