Tuesday, January 24, 2012

Homeostasis

Voy en mi auto por la carretera y de pronto me siento algo extraño. Un leve mareo me saca de mi flujo de pensamientos. Cede al instante. Me asusto. Sigo conduciendo y ahora me extravío pensando en la causa. Repaso si fue producto de algún desbalance electrolítico, tal vez la glicemia, acaso alguna arteria que se dilató en mi SNC, quizás de la falta de oxígeno en algún territorio cerebral o fruto de la caída de esa endorfina que desconozco lo que determinó la salida transitoria de mi estabilidad. Ese equilibrio que debo mantener a cada momento para responder a mis necesidades y deseos o a las crecientes exigencias físicas y mentales que me impongo día a día.

Un frágil y maravilloso equilibrio que determina que yo siga siendo yo en todo momento, en lo fisiológico, emocional y mental, al despertar y de manera constante durante todo el día; que permite que no sea otra persona. Bastaría solo un golpe o el cambio en la concentración de un ión para que mi vida sea de otra manera. Que mi personalidad se encuentre determinada por fluctuaciones eléctricas, químicas y osmolares no es algo tan obvio y me sorprende vivamente.

Llego al peaje masticando esta idea y la señorita de la cabina se ríe de la cara de sorpresa que a mis 45 años llevo instalada por la comprensión de una materia que hoy mis hijos revisan en séptimo básico.