Thursday, April 28, 2005

Lobo


 Posted by Hello

Pasillo del Servicio de Urgencia. Verano de 2004
Tremendo. El mundo puede vivir sin mi y sin mi inteligencia. Puede en cualquier momento prescindir de mis propósitos y bondades. Nada personal, pero puede desentenderse asi de fácil. La muerte esta allí a un palmo de distancia.La he visto, me ha rozado, se me ha atravesado en el ombligo. Tan frágil, tan frágil como una margarita, como un arco iris.
Hoy trasladamos a una mujer de 22 años, madre de dos hijos que, en su cotidiano ir y venir, se comprometió de conciencia. Joven, bella, con futuro. Nada que hacer, fue fulminante, sin resolución en ninguna parte. Nos quedamos mudos. Resignados ante el espectáculo de esa familia destrozada. Presenciamos la curva cerrada en un viaje sin retorno.

Es enero y nos encontramos en el servicio de espera (de urgencia) de un hospital santiaguino. Hace mucho calor, la antesala se encuentra repleta de gente, sufriendo, quejándose, que van y vienen, despreocupadas, inoperantes. Con la costumbre y la resignación a cuestas, mientras aguardamos con nuestro paciente, nos aprontamos al desfile.
Se inicia con una señora que es traída desde la sala de yesos. Con uno en su pierna es abandonada a la mitad del pasillo de salida al libre albedrío de su capacidad de salto. Con suerte obtiene un hasta luego a regañadientes mientras se apronta a conseguir el medio de llegar a su destino final. Se pierde brincando entre el asfalto y el calor.
A nuestra derecha, sobre una camilla, un hombre luchando por respirar angustiado,al lado, en otra cubierta, una abuela confusa, sacándose la ropa, gimotea por no quedarse sola. Mientras una mujer joven es traída por su compañero con crisis de pánico; atento, el guardia vigilante se dibuja como un lobo despiadado. La gente asustada es rara.
La espera se mantiene, el caos va in crescendo. El calor también. Tres horas y la fila avanza como las sombras, lento. Un abuelo ciego exige una atención rápida, (parece que más bien exige atención), busca a un carabinero para una constancia. Se ve desarreglado y no le dan atención. Se quiere ir, no aguanta más. Prefiere morirse que seguir esperando….eso dice el. Los pacos no lo inflan, se hacen los gilipollas dándoles largas. El abuelo despotrica en forma. Sabe hacerlo. Otros se ríen. Me da rabia el paco, para eso está allí y no para proteger a los ya protegidos.
En la esquina sobre una camilla, un hombre inmovilizado lucha por respirar y quitarse las amarras. Nosotros, con sueño, aletargados, confortablemente, como la canción. Eso hace esta espera, revienta hasta al más animoso. Me pongo a pensar que estoy agotando la vida en esta infinita espera. No es la primera vez que lo pienso. Fantaseamos con un capítulo de ER, ¡a ellos no les ocurre esto!
Engaño la paciencia observando la mampara de entrada. Esta es rosada, con esos típicos carteles informativos escritos a mano y pegados a la rápida con cinta de mala calidad; un clásico del sistema público. A un lado, el citófono de entrada de un setentero color café oscuro. Afuera, el carro del café que funciona solo en la madrugada, con las sillas encadenadas sobre el se encuentra cerrado. Miro el reloj.Tres horas diez.
Vuelvo al pasillo, las camillas apostadas como fichas de dominó, cabezas con cabezas algunos pacientes conversan, pies con pies, cabezas con pies, en paralelo y luego en serie.
La puerta se abre mil veces y el lobo permanece, con la musculatura tensa, atento a quienes llevan a cabo esas operaciones, dispuesto a saltarles encima.
Afuera, pacientes felices de irse, sufriendo como salidos de una heroica justa; de una prueba inolvidable. Y no es talla.
Nosotros ya estamos asimilados, en silencio, a ratos con sonrisas de complicidad con los otros equipos de espera por los conocidos alegatos de siempre. Por los enojos, las impotencias, la indolencia, las importancias personales y las resignaciones.
Vaya que flotan emociones negativas allí. Se toman los espacios y los ánimos. Cargan hasta a los más pacientes. Horas de vida interminables despachadas gratuitamente.
El personal de las ambulancias se conoce, se saluda y sonríe ante la confabulación de la espera. Esto como un juego de ludo. Avanza lento, por etapas, hasta llegar a la fama.

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