Sunday, November 13, 2005

El Concurso I - La Reina


Erase una vez una hermosa comarca. Tan atractiva e importante como cualquier otra salvo que esta tenía algo diferente: un concurso de belleza. La popularidad del evento era tal que trascendía fronteras y alcanzaba lejanas latitudes. Era el evento anual más importante del continente y eso se debía a que la belleza era algo a lo que todos, sin exclusión, le daban el mayor valor. La vestimenta, el peinado, la manera de moverse y hablar, los guantes, los zapatos y, por supuesto, los atributos físicos, eran revisados con escalpelo de oro. Con todo, lo que realmente mandaba en esta fiesta del glamour local, era la mirada de la concursante. Si,.. la mirada. Se evaluaba su profundidad, dirección, delicadeza, la seducción que otorgaba y la manera en que el cuerpo en su conjunto le acompañaba. Estas eran cuestiones tan fundamentales y valiosas en la vida cotidiana de todos que existía un culto profundo y respetado hacia la mirada. Así, lo que todos pretendían era parecerse e imitar la mirada ganadora y no era infrecuente descubrir a hombres y mujeres practicándola tanto en privado como socialmente. Existían clubes que pugnaban por la supremacía del miramiento. Habían bailes, tertulias y reuniones de todo tipo; en fin…., todo era atravesado por el concurso.

En el evento participaban las más elegantes y bellas mozas de la comarca con el afán de lograr el trofeo más cotizado del reino. Pasaban horas forjándose una mirada triunfadora y fantaseando con la gloria que eso les traería. Sucedía que la ganadora del concurso, desde hacía mucho tiempo era la reina, tanto que ya nadie recordaba cuanto; ella tenía una mirada tan avasalladora que nadie podía competirle, por cuanto durante muchos años el concurso se declaró desierto.

Las gentes de ese país, sin embargo, tenían una singularidad. Producto de causas desconocidas padecían graves problemas en el cristalino del ojo, por lo que una mitad de la población era miope y la otra era hipermetrope. Tan exacta era la distribución de esa anomalía que en numerosas oportunidades habían sido objeto de los estudios más serios, pero hasta el momento de nuestra historia no habían logrado ninguna conclusión concluyente. Como podrán anticipar, en estas circunstancias la confianza era un valor cardinal ya que para unos y otros, era esencial la convivencia en parejas. En el descubrimiento del mundo vivían supeditados a lo que los demás hablaban, decían, comentaban y sancionaban, por supuesto, bajo la mirada de la reina. Por mucho tiempo vivieron felices en este entorno.

Por su parte, el rey, que era miope, estaba orgulloso de que la mujer más hermosa del reino fuese la suya. Tenía a la pareja perfecta, a la medida de su talla, la mirada que le complementaba.

De lo que muy pocos estaban al corriente era que la reina era mitad miope y mitad hipermetrope. Esta condición le permitió primero llegar al cetro y luego…….inventar el concurso. Ella al conocer hábilmente las capacidades y dificultades de cada grupo, aprovechaba su ventaja. Le bastaba con cerrar un ojo para seducir a unos y otros. Sin embargo, tenía debilidad por los miopes y subestimaba a los hipermetropes quienes, por tener problemas para ver de cerca, eran fáciles de pasmar. Esto por cierto generaba disputas de las que sacaba suculentas ganacias.

No obstante, un significativo grupo, tanto de miopes como de hipermetropes, pertenecían a la corte y confiaban ciegamente en la imparcialidad de sus monarcas. Disfrutaban de las oportunidades y regalías de la bella más bella de todas. Otros, cercanos a la corte, igualmente leales pero menos favorecidos, vivían con miedo y cierto recelo. En secreto dudaban y se sentían mal por ello. Finalmente, estaban los hipermetropes marginales y rebeldes que deseaban derrocar el sistema pero se veían impedidos por su limitación.

Pero, a la puesta de sol del tercer día previo al concurso, desde tierras lejanas, un caminante vendría a cambiar el transitar inalterable del vivir de la comarca.

……Continuará.

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