Sunday, September 25, 2005

Yo si pierdo


Tengo un amigo que nunca pierde. Bueno...era mi amigo.
Juega juegos de sumas a cero y cuando pierde, cosa rara... no pierde.
Ser jugador de sumas cero significa haberse comprometido con la tesis de que en todas las situaciones de la vida sólo se dan dos posibilidades: ganar o perder. No existe una tercera. (Lo Malo de lo Bueno. Paul Watzlawick)
Jugar este juego en cierta medida brinda poder, el poder de establecer las reglas y también llevar la delantera. Si usted es deportista habrá experimentado el discurso de la supremacía de ganar y en la verguenza de perder. Por ejemplo, aquel automovilista que, avanzando con dificultad en la autopista, no permite que el que ingresa se coloque en la cola, ya que hacerlo significaría una derrota. De aquel que se regocija con la caída de su rival. O del soldado que está ahí para eliminar a ese enemigo desconocido por causas también desconocidas. El juego de sumas a cero tiene una sola máxima: alcanzar la victoria.

Un soldado en el frente de batalla está perfectamente expuesto a jugar un juego de sumas a cero, sin embargo, cuando reflexiona que su enemigo tiene la misma condición que él y se siente igual, que está metido en eso por voluntad ajena expuesto a una muerte insensata, la apuesta del juego de sumas a cero se paraliza. Pone en jaque al sistema que le puso allí.
Existen ejemplos tremendos en los cuales nadie ganó esta apuesta: Hiroshima, las torres gemelas, Irak.

Ciertamente hay otras descripciones. Cuando surgen terceras posibilidades que rompen ese juego. Cuando ese soldado le sonríe a su espejo del otro lado y le brinda un cigarrillo, generando treguas no acordadas. Cuando con creatividad, en vez de someter a ese niño malcriado, se le prescibe el síntoma y este termina resisitiéndo su propio berrinche. Cuando se propone una tercera via de solución que nadie piensa posible se termina el ciclo de juegos de sumas a cero: Ganamos los dos. Y se deja de perder o de ganar, enredándose benditamente en una cadena del bien, del bien propio y del comunitario. Ya no es necesario torcer brazos o quebrar voluntades.

Yo caí en la trampa de jugar un juego de sumas a cero. Y gané. Pero a diferencia de mi amigo al ganar... perdí. Perdí su amistad y me hice de un escudo para afrontar la resistencia de otros que, como buenos jugadores no victoriosos, me perciben al otro lado de la linea de fuego. Hoy debo contar con esas ausencias.

2 comments:

Anonymous said...

He perdido muchas veces pensando que ganaba, he ganado otras tantas pensando que perdía, al final mi vida a sido el juego, al nacer y vivir me perdí de mi, de la esencia maravillosa de pájaros y flores que traia escrita en el alma. Hoy vivo para tratar de recuperarla y cada dia que caigo más profundo y vuelo más alto.

Lucía

Anonymous said...

No se pierde ni gana, se crece y evoluciona a cada segundo. Creo que es bueno practicar la autocrítica en relación al denominado juego en el que participaste, crítica dirigida a evaluar en que momento profesional te encuentras y en que forma ese momento aporta las soluciones inmediatas y agudas para aquel que lo requiere, sobre todo en el trabajo que día a día realizamos... siento que no estás preparado aún para brindar esos aportes que en alguna medida en ocasiones hacen la diferencia entre la vida y la muerte.....
Un Cercano